martes, 29 de diciembre de 2009

Copenhague: Ganaron los destructores del planeta


Por: Gilberto Anticona R.

En la reciente Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 15) no fue necesaria la intervención abierta de las corporaciones transnacionales vinculadas a los combustibles fósiles y el transporte masivo. Bastó que cinco países con Estados Unidos a la cabeza negociaran extramuros para imponer al mundo un Acuerdo que en el fondo implica un triunfo de las industrias que contaminan, es decir, de los destructores del planeta.
En efecto, el Acuerdo emanado mediante negociación entre Estados Unidos, China, Brasil, India y Sudáfrica supone la resultante de un fracaso, pues su contenido no garantiza nada: ni compromisos vinculantes, mensurables o verificables. Es más, lleva implícito el sello de una “reducción voluntaria” que nadie acatará, en la medida que los países más poderosos del planeta se mueven al ritmo de sus corporaciones, en una constante de competencia económica por el dominio mundial en todos los planos. Y en cuanto a las obligaciones de financiamiento, abundan las promesas cual oferentes políticos en campaña electoral.
Vayamos por partes. Antes de la COP 15 el panorama estaba bien claro acerca de lo que se quería por parte de los 192 países asistentes, esto es reducción de gases de efecto invernadero (GEI), límites del aumento de temperatura en el siglo XXI a 1.5ºC, financiamiento para países vulnerables al cambio climático y fecha para un acuerdo vinculante, que comprometiera de manera obligatoria a la totalidad de naciones de la Tierra.
Golpe a la salud humana
Luego ocurrió lo que todos ya conocemos. No hubo consenso tras 12 días de deliberaciones, y Estados Unidos y sus amigos impusieron su Acuerdo, que en sí representa un golpe a la salud humana y una agresión a la vida de las diversas especies que habitamos este maltrecho, pero aún vivificante planeta azul.
Pues, ¿quién nos asegura un límite de temperatura no mayor a 2ºC, si incluso el Instituto de Sustentabilidad de Vermont ha dicho que con las promesas más entusiastas hechas por los líderes mundiales, a fines del 2100 estaríamos con un incremento de temperatura entre 2.8 y 3.7ºC, es decir en pleno caos del calentamiento global y bastante lejos de los 2ºC, límite de riesgo para la humanidad establecido por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC)?
O de igual modo, ¿no resulta cruel establecer reducciones voluntarias cuando los científicos aconsejan disminuir los GEI en una proporción del 50% de aquí al 2050 como forma de no incrementar en 2ºC la temperatura del mundo? Estados Unidos, el mayor contaminador del mundo, junto a China, se ha comprometido verbalmente en una reducción del 17% en valores de 2005 (4% en valores de 1990). Lejos de la recomendación de los expertos.
Estas dos interrogantes nos llevan a pensar de que el compromiso en defensa de nuestro hábitat trasciende más allá de los políticos y negociadores, y debe comprometer a la mayoría de habitantes de la Tierra a una profunda reflexión: O luchamos todos por un planeta más sustentable y con tecnologías limpias y menos contaminantes, o perecemos en nuestra inacción. No dejemos que los empresarios y políticos de la economía destructiva acaben con nuestro planeta.

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